lunes, 23 de noviembre de 2015
En la pestilente habitación, en la que se sucumben tus nefastos y lúgubres deseos, en donde te cobija una sábana piñiñienta, moscas muertas, sangre y vómito seco en la alfombra, dormimos tu y yo entre ratones y secreciones recíprocas. Me dices que te abrace y pongo mi nariz en tu axila, de entre el sudor y los bellos enredados nace un hedor que adormece a mis pensamientos amatorios-pecaminosos, sueño que camino por un pantano repleto de piriguines, barro, caca, agua estancada, moho y condones usados. Recojo un condón con menstruación reciente, entre repulsión y excitación comienzo a oler de manera inspiradora, entonces despierto y eras tu que te habías tirado un peo caliente que humedeció mi pierna. Tenemos tanta gangrena mental, que todo lo que hablamos es efímero pero inmortal. Como la orina pútrida de mis calzones y tu marca de tigre en el calzoncillo percudido.
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