Necesito salir del precipicio en el que me arrojó la ola.
Estoy sostenida con un sólo pie, tratando de tomar aire.
El agua salada hace que ardan mis ojos blancos.
Por más que eleve la cabeza para que no entren las gotas de este furioso e insensible mar es inútil.
El agua está entrando por mis pulmones.
El aire me abandona como un elemento celoso.
Me torno pálida, azul, violeta y más violeta.
En las profundidades caigo lentamente por mi propio peso, con el cabello enrredado entre mis pestañas. Y entonces recuerdo cuando estaba viva y luchaba contra el agua, venerando al aire para que me consuele del fin, parada en un pie, encima de la única roca firme, filuda y sangrienta.
No me queda nada.
Mamá, Papá vengan a buscarme.
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